Sobre la libertad


Esta carta está dirigida a cualquiera que desea leerla, no tiene destinatario, es solo un intento de expresar una idea libre, por decir de alguna forma, en el caos vertiginoso de la ciudad.

Y es eso, solo una idea de libertad, la nuestra, la de cualquiera, aquí hay que detenernos para preguntarnos si somos realmente libres, en el sentido de tener la capacidad de hacer lo que nos plazca. Por supuesto, no es así, no podemos hacer lo que nos plazca. Estamos condicionados para hacer uso de nuestra libertad, pues el tiempo que tenemos para disfrutar de ella, o bien lo desgastamos en algún trabajo mediocre, o bien lo usamos para satisfacer a otras personas que no necesariamente querrá nuestra compañía.

Hablamos desde la perspectiva de un hombre que quiere ser libre, y, esto, de querer ser, es ya un problema, porque manifiesta una intención, pero también manifiesta una falta de arrojo para lograr la libertad.

Tal vez en algún momento de la existencia pensemos si nuestra libertad es real, o si estamos condicionados por las obligaciones, por el pago de deudas, o por alguna enfermedad.

Solo quisiera detenerme en este punto, en saber si somos realmente libres. Podemos pensar en que esta pregunta surge de nuestra conciencia, nuestro yo interior, atado siempre por las normas de la sociedad, o por el estado de permanente alienación en la cual estamos sumergidos.

Sabemos que no somos perfectamente libres desde el momento en que no somos capaces de decir una palabra que sea nuestra, una idea propia que haya sido alimentada por nuestra experiencia y por nuestro conocimiento libresco. Sabemos que no somos libres desde que repetimos ideas ajenas, o cuando no somos capaces de crear, porque en la creación moldeamos objetos o frases, a nuestra voluntad, adoptamos un estilo propio y expresamos una idea, débil o fuerte o como sea.

Aún pienso que podemos lograr nuestra libertad en el arte, aún a pesar de sufrir los avatares de la existencia, o incluso cuando estemos en la condición de pobreza material más atroz, el arte, como antes, será siempre el receptáculo de los hombres auténticos y libres, de aquellos hombres que han podido lograr un estado de plenitud, aunque con desdicha material, pero con ese ímpetu vital necesario para la existencia.

Por eso pienso que no somos libres, porque no nos asemejamos a los artistas en esa capacidad creativa que tienen, en imaginar realidades, en la capacidad de formar en la mente del lector o del espectador esa fantasía tan cercana a la realidad.

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